¿Qué
hay de nuevo doc?
Reformismo (también) en los lenguajes
audiovisuales.
Fernando Buen Abad Domínguez
Rebelión/Universidad de la Filosofía
Victimado por el novedosísmo de mercado el
“lenguaje audiovisual”, en todas sus presentaciones, cruza por el pantano de la
repetición insana. Es una tara esclerotizada que suele disfrazarse como
genialidad creativa para que siga funcionando el consumismo en los negocios de
la imagen y el sonido. El último resquicio, o casi, para sorprender al
“público” es contar con su ignorancia para exhibirle, envueltas en
parafernalias publicitarias, viejas fórmulas re-manidas con trucos y trucajes
narrativos manoseados hasta el hartazgo. Expresión grave de la crisis de
sobreproducción en general y en particular.
También el reformismo fundamentalista que “cambia”
todo para que nada cambie, hace de las suyas en la producción audiovisual
(cine, t.v., video y todos sus derivados y conexos) ¿Y quién regula esto? Una y
otra vez, van y vienen las generaciones de cinéfilos, videastas, publicistas,
blogueros (o como se llamen) empeñados en ofrecer eso “nuevo” que creen haber
encontrado entre los pantanales de la mediocridad con que se educan, con que
filosofan al mundo y con que enuncian lo que creen que vale la pena ser
enunciado. Y aspiran a que sea visto y disfrutado (u odiado) por “públicos
masivos” como si fuese poca la impudicia. Honremos, por método, a las (raras)
excepciones.
Ese negocio basado en producir piezas
audiovisuales (en todos sus géneros desde el videoclip hasta el largometraje
“Grand premier”) tiene, de suyo, la exigencia despiadada de entregar al mercado
su “producción creativa”. Exigencia de obras llamativas, seductoras,
interesantes o novedosas para habilitarse a ganar en un mercado donde compiten
millones de productos. Sueñan con “triunfar” en una industria que no se detiene
ni un minuto y que devora, sin cesar, toda chispa de creatividad en menos
tiempo del que toma producirla. La línea de producción devorada por la línea de
consumo.
Pero esa “creatividad” está secuestrada en los
márgenes del “gusto” predominante porque de lo que se trata es de vender -a
muchos- la mercancía audiovisual fabricada para millones y millones que, en
todo el mundo, compran cultura industrializada sin chistar. En todo caso, esos
“márgenes” del gusto son parámetros de taquilla, de “raiting” o de
mercadotecnia, que aceptan audacias sólo si devienen ganancias en sus
expresiones ideológicas y monetarias. Con el sentido del “gusto” prefabricado
para el mercado, lo creativo se solaza en ser repetitivo, especialmente en el
abuso del efectismo y los trucajes que no parecen tener más límites que las
limitaciones estéticas e ideológicas de sus productores y sus receptores. La
moral burguesa sigue siendo la misma. Y esas limitaciones no son otras que las
del mercado burgués, su ideología chatarra y sus intereses de clase. Lo nuevo
entonces es una trampa estética maquilladora de lo mismo para licenciar las
taras narrativas mercantiles como baluartes de la creatividad del
establishment. Y en esos márgenes hay que moverse si se quiere ser hijo
predilecto de los medios y generador eficiente de ganancia para la industria. O
sea, nada nuevo.
Ni los ritmos, ni las texturas, ni los maquillajes
ni las miles de canalladas inventadas sobre la mesa para atrapar la atención de
los “espectadores”, ocultan la desesperación de los mercados y sus monopolios
por adueñarse del territorio comercial y del territorio emocional de sus
“target”. En eso, todos hacen exactamente lo mismo, diariamente y sin descanso.
No importa si eso satura o sobresatura, si eso engaña o desconcierta, si
defrauda o si enferma. Aunque lo vendan como “nuevo”, todos fabricarán las
mismas estructuras narrativas con los mismos tiempos de pantalla, los mismos
anunciantes, los mismos valores protagonistas y las mismas “moralejas” de un
discurso tautológico pronunciado en el callejón sin salida del capitalismo y su
ética opresora.
Por ejemplo. Lo único nuevo, si ha de serlo, es
aquello que no hemos visto, es decir, la emancipación de los seres humanos que
derrotan al capitalismo, paso a paso, en todos sus frentes y definitivamente.
Objetiva y subjetivamente. Lo nuevo es dejar de usar el discurso del patrón y
sus relojes. Su ética y su estética. Lo
nuevo es dejar de pensar en la vida secuestrada por el salario del amo. Lo
nuevo es imaginar un mundo ya sin los problemas que el capitalismo impone y
debatir los problemas que nos impone desarrollarnos todos ser mejores todos en
todo. Por ejemplo. Lo nuevo es la reclasificación de la realidad bajo los
parámetros de una vida sin el opio de mercados religiosos, sin fundamentalismo
de marcas, sin los “gustos” y sin lo “placeres” inoculados por un sistema
enfermo de maldades, crímenes, humillaciones y violencia rentables. Lo nuevo es
un mundo sin la propiedad privada de las herramientas para la subsistencia y
sin el secuestro de nuestro tiempo vital. Eso nuevo impregnado por una ética y
una estética porvenir, no es de interés comercial para la industria y sus
feligresías audiovisualistas. No vende.
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