martes, 14 de enero de 2014


Empeorando
Breaking bad”: ¿El (narco) Show debe Continuar?
Fernando Buen Abad Domínguez
Rebelión/Universidad de la Filosofía
Un cáncer televisado que se vuelve negocio. Hace tiempo que las “series” de televisión yanquis (y no sólo) son escuelas ideológicas (falsa conciencia) y chatarra intelectual para las masas. Nada nuevo. Hace tiempo que la burguesía usa sus “medios” para exhibir impúdicamente todo género de aberraciones y para infiltrar valores (o anti-valores) convertidos en mercancías del morbo, muy rentables y muy premiadas por ellos mismos. De mal en peor.
Breaking Bad” es una de esas series televisivas “exitosa”, según los parámetros mercantiles de la industria televisiva, y es una serie muy jugosa por la carga ideológica que cocina. Su éxito deriva de una muy sofisticada cadena de producción que hace malabares con los miedos, con los estereotipos y con las monstruosidades del crimen organizado, ahora convertido en puntero del “rating”. Es un producto con sobresaliente calidad narrativa, y dotación técnica, al que debemos observarle la siempre presente bendición que le otorga la DEA para calmar la doble moral del espectador común (o del pueblo-público) consumidor adicto al espectáculo de su propia desgracia. “De acuerdo con reportes de la ONU, en Estados Unidos, Canadá y Europa se queda la mayor parte de las ganancias de la venta de droga en el mundo, que en el caso de la cocaína representa 70% de los 72 mil millones de dólares traficados al año.”[1] Más los “daños colaterales”.
Breaking Bad” viene a contarnos, involuntariamente, lo que le sucede al capitalismo en su totalidad y nos lo cuenta de la manera en que a la burguesía le encanta contar esas “cosas” que , principalmente, consiste en culpar de todos sus males a las “periferias” sociales: a los inadaptados; a los “losers”; a los inferiores y a los “latinos”. “Periferias” que son, a los ojos del “buen burgués”, nido de lacras que afean el paisaje con sus “disfunciones” y con su primitivismo intelectual, sexual, alimentario y laboral. La escoria misma. Y mientras la serie cuenta su “historia” narcótica, avanza como ofensiva ideológica discriminatoria, criminalizante y estigmatizante. La lucha de clases en acción televisada.
En el imaginario de “Breakin Bad” sólo los agentes de la DEA son “los honestos”. ( En cerca de 60 horas de tele ni una palabra sobre las tropelías criminales de la DEA en Bolivia, Ecuador, Venezuela…México) Aparecen como el alma pura de la sociedad yanqui (la misma que financia y aplaude las guerras y crímenes globales) pero que, para los fines televisivos, sufre la maldición de tener que vigilar y combatir a esos bárbaros que arriman a sus tierras el menú más completo de narco-tentaciones con trafico de armas, trafico de personas y tráfico de órganos. Todo en un escenario cuidadosamente mexicanizado o latino-americanizado condimentado con dólares a mansalva. Galería con fetiches del simplismo y del maniqueísmo. Mientras tanto, la realidad no recibe premios: “Más de 121 mil muertos, el saldo de la narcoguerra[2]
Era de esperarse que una serie de televisión cuya audacia es mostrar, farandulizada, parte de las entrañas y la descomposición política del imperio, convirtiera en audacia su cinismo. No se priva de frases gruesas como “te obligan a lamerle el culo al patrón”, dicho por uno de los protagonistas que se queja ante los pagos exiguos (un millón y medio de dólares) como cocinero de metanfetaminas. No se priva de exhibir la desprotección médica de las personas obligadas a “cualquier cosa” para pagar un tratamiento. No se priva de pasearse por los pasillos de las ambigüedades y la corrupción de todas las jaurías que acechan a los latinos y a los “perdedores” incapaces de subirse al “american way of life” tentados por los vicios, las blandenguerías psicológicas y la promiscuidad de clases. El capitalismo al desnudo. En fin, “Breaking Bad” es un lavado de cara al sistema, uno más, esta vez con sabores amargos y sangrientos pensados para la hora de la cena y en hi definition. Dosis de violencia mediática antes de ir a la cama.
Se venden la “temporadas” completas o fragmentadas en las tiendas más ad hoc o en los palacios del pirateo. Dicen que es la “serie más exitosa de toda la historia” que ha roto récords, que acumula premios de todo tipo, que es ya un fenómeno televisivo mundial. Y mientras más se la publicita más de afianzan sus aberraciones temáticas. ¿Comprenderán los “teleespectadores” en México, en Guatemala, en Honduras, en Colombia, en Argentina… por qué los yanquis abordan estos temas desgarradores, para entretenerse, mientras a nuestros pueblos nos cuesta sangre, desgarramiento y huellas psicosociales irreparables? ¿Hay algún mensaje “edificante” o algún arrepentimiento, salido de la moral yanqui, para denunciar, de verdad, la red compleja de crímenes paridos por el capitalismo presentados como narco-espectáculo? ¿Forma opinión, cuál… forma modelos, cuáles? No hace falta ver toda la serie. Paraíso de la degradación, el envilecimiento, la decadencia y la corrupción. Radiografía de un sistema que expresa sus metástasis en la vida cotidiana y hace negocios con eso.
Breaking Bad” es un retrato cínico del imperio que sabe producir maquinas de guerra ideológica con gran manufactura artística y tecnológica. Eso no le quita lo perverso. Aunque muestra “descarnadamente”, ante sus cámaras, los submundos del sistema en decadencia, eso no implica una crítica. Con la dosis descomunal de ambigüedades que la serie maneja, de hace difícil decidir si se trata de una apología del delito o de una moraleja audiovisual para la resignación. La serie toda parece decir, empeorando, que la cosa es así, que “la ley del más fuerte” es la que manda y que, también, se llega a ser más fuerte si se es más cruel y más ambicioso. No disfrutaremos este pastel de carne humana como si fuese un logro estético. No importa cuántas escenas de ternura intercalen, no importan los silogismos de la obediencia debida a la “supervivencia” que encadenen, no importan los premios ni su fama. Se trata de una serie televisiva más que, directa e indirectamente, nos señala dónde está el poder y dónde está el dinero para estimular, a balazos, el tráfico de cualquier cosa que satisfaga la voracidad del capitalismo, el más demencial comprador y consumidor de drogas, violencia y vidas humanas que la humanidad ha padecido.  Y lo pasan por la tele, impunemente.

viernes, 3 de enero de 2014


¿Cómo se “educan” los directores de cine?
Estulticias de película
Fernando Buen Abad Domínguez
Rebelión/Universidad de la Filosofía

“…Ahora, sin embargo, sería imposible imaginar nuestra vida cultural sin el cine”. León Trotsky
También el desarrollo de los “directores de cine” es desigual y combinado. Hay de todo pero no reina lo mejor. La base dura y cruda, donde se transparenta lo que piensa y hace la mayoría, es la “industria” cinematográfica burguesa, sus intereses mercantiles, sus prioridades ideológicas y sus vanidades nauseabundas.
En general los “directores de cine” son unos mercenarios ideológicos dedicados en formar opiniones y gustos con respuesta mercantil rápida. Se han vuelto corredores de inversiones y usinas de glamour rentable que, en simultáneo, consolidan latifundios cuyo poder se expresa más en la capacidad de controlar mercados que en la habilidad para producir arte burgués. Sin que lo descuiden. Los hay muy destacados.
Algunos de esos “directores de cine” han sido formados por el empirismo más descarnado. La escuela de la “práctica” dicen. A fuerza de recorrer todos los rincones de la industria, algunos creen que han ganado el derecho a ser el que “dirige”. Una especie de moral de latifundista que sostiene la idea de que “los grandes genios se forman desde abajo”. Y con ese ilusionismo en píldoras embaucan a incautos que pasan su vida entera en los sótanos de la industria y jamás vieron, ni verán, cómo se llega a las “cumbres”. Maneras tiene el capitalismo de hacer invisible la lucha de clases. “Mas, por el momento, podemos dormir tranquilos, pues la luz cinematográfica está convenientemente dosificada y encadenada.” Luis Buñuel.
Otros más, salen de las aulas universitarias (sucedáneos y conexos) donde se han sistematizado, unas más y otras menos, algunas verdades del negocio cinematográfico. ¿Qué le gusta al público? ¿Qué vende más? ¿Cuántos nombres famosos garantizan la inversión y su recuperación? ¿Qué disfraza mejor la realidad? ¿Qué pude ser mostrado sin que deje de ser negocio? … ¿Cómo se fabrica el glamour de las baratijas ideológicas narradas en filmes estereotipados… cuánto debe ponerse de trompadas, desnudos, vulgaridades y acción? y, principalmente, ¿Cómo se gana la confianza de los inversionistas y qué ganancias aseguran esa confianza? Un poquito de ingenio, no poca creatividad y mucho trabajo esmerado al servicio de la mercancía fílmica. Localidades agotadas.
Cada “director de cine” tiene responsabilidades según sea el desarrollo de la industria, su momento histórico y sus ambiciones (sin contar cómo se laven dólares, cómo se eludan impuestos y cómo se esclavice a los trabajadores que no son del “star system”) A cambio de mantener sanas su finanzas, la industria tolera ciertas audacias, inteligencia, irreverencias y “críticas”. Nada que no sea digerible con una buena chequera y contratos para películas nuevas. Una red de estudios fílmicos, distribuidoras, salas de proyección y negociados colaterales… aguarda permanentemente las “novedades” con qué seducir a las masas para que llenen las salas y coman la chatarra corporativa fríamente preparada para un modelo de consumo que “entra por los ojos”. No pocas veces toda esa red de parásitos descansa sobre los hombros del “director de cine” cuya riqueza mítica suele depender de la riqueza que reparte entre sus zánganos. Y para eso “estudian”.
La industria cinematográfica burguesa ha sido capaz de exhibirse a sí misma con toda impudicia, mostrar sus miserias y sus perversiones confiada en el pulso cirujano de sus directores que, siempre con la mira en las ganancias, son capaces de contemplar sin transformar. Arte de mercenarios que, obedientes al mejor postor, son capaces de convertir en “show business” cualquier tragedia humana y, después de cobrar ganancias, recibir premios a granel. No importa el espesor ni el calibre del ilusionismo con que se vende la imagen de los “directores de cine” son responsables de operar armas de guerra ideológica en plena lucha de clases y sus objetivos no pueden esconderse bajo ninguna estratagema del glamour farandulero.  
Para fortuna, también hay “directores de cine” que dirigen su práctica y su obra con dirección emancipadora. Hacen visible la crisis de dirección revolucionaria que padece la humanidad y buscan respuestas que además de ser revolucionarias son cinematográficas. Son la minoría pero la cantidad no opaca su calidad. Su dirección no es una pataleta esteticista de mercado sino un programa emancipatorio que se libra en la economía tanto como en la ideología y en la estética. Su meta no es el snobismo sino el triunfo revolucionario de hacer visibles todas las muertes y las bajezas que el capitalismo esconde bajo la alfombra de la “realidad”, y además, hacer visibles los caminos para derrotar al capitalismo, definitivamente. Su meta es ser ayudante del sepulturero que ya cava la fosa histórica de esta etapa monstruosa que ha esclavizado a los seres humanos.
Por fortuna, hay “directores de cine” investigadores del nuevo relato cinematográfico, “diratores” comprometidos con hacer visibles no solamente los estragos infernales del capitalismo contra los seres humanos, y contra el planeta, sino también mostrar a los que luchan y cómo se produce la riqueza simbólica nueva de la revolución permanente. Directores comprometidos con desarrollar la dialéctica forma-contenido en la sintaxis audiovisual nueva para el relato nuevo que la revolución requiere. Directores que  no son serviles al modelo burgués de producción de imágenes y que entienden que la riqueza del cine ha sido secuestrada por mafias exhibicionistas que no dejan ver el nacimiento de una mejor etapa de la humanidad que será nueva porque será hija de la Revolución Permanente y porque será Socialista. Nada más y nada menos.    

  

     NETFLIX:  LA ANTIPOLÍTICA COMO ENTRETENIMIENTO.                 FERNANDO BUEN ABAD DOMÍNGUEZ          Ya hoy es virtualmente inabarcabl...