A propósito de la Producción de Imágenes Documentales
Muchos
documentalistas se han dedicado a contemplar al mundo… de lo que se trata es de
transformarlo
Fernando Buen Abad Domínguez
F.I.L.M.
“A esta situación responde la bagatela conformista
que hace furor en los últimos años”[1].
No pocos se desvelan para producir Imágenes
Documentales como una mercancía igual a cualquier otra. Sujetan su selección
temática y su razón estética al modo de producción, distribución y consumo
impuestos por la industria audiovisual capitalista. Dotan a su obra con los
atributos pertinentes para que circule sin turbulencias en del intercambio
comercial e ideológico de las burguesías. Producen documentales políticamente
correctos, con pinceladitas progres,
acentos categóricos, regateo de fundamentos y mucho “eslalon” político, para no
chocar con el gusto de quienes firman los cheques. La verdad no es la pasión de
muchos.
Hambrientos de cierta fama y del dinero fácil curten
el empirismo más vulgar, el esnobismo intelectauloide y la demagogia más
hipócrita que los arropa. Y se hacen pasar por buenos muchachos mientras
estiran la mano en las antesalas de las burocracias para probar si el calibre
de la dadiva asegura un buen silencio cómplice. Son los primeros en aplaudir a
rabiar las buenas obras de algunos funcionarios (amigos). Después salen en la
tele, ocupan las pantallas de los cines unas semanas y se van de gira
pontificando su esfuerzo denodado fincado en la genuflexión prolongada y la
bajada rápida de los pantalones. Muchas aulas están plagadas de profes y alumnos fraguados en el rigor
del oportunismo mercenario.
Se los ve con frecuencia infestar los festivales y
las muestras, van con sus tarjetitas de negocios, sus copias promocionales, su
sonrisa de ocasión y su mano amiga desinfectada de política para saludar
cualquier charla aséptica, de “buen gusto”, de sondeo comercial… sin
ideologizaciones de esas que ahuyentan al cliente. Documentalistas de salón
acicalados con el barniz cortesano que da glamour a la hora de levantar las
copas y brindar por el “Nuevo Cine Documental” del que se creen mentores.
Reptan con el cometido sistemático de salir de las reuniones sólo cuando un
número promisorio de “buenos contactos” garantice un pliegue más de esperanzas
para el trabajito que tienen en marcha o para el que, oportunamente, se ofrezca
al calor de la plática… total todo se arregla con unas entrevistas aquí y allá,
un par de detalles emotivos, cortes directos y rápidos, movimientos realistas
con la cámara… y un final fuerte pero sin compromisos. Con el tiempo televisivo
en mente, claro, por si se interesa en comprar la obra documental al vapor
algún canal de esos un tanto “intelectuales”.
Esos Documentalistas son buenos para mantenerse
peleados entre todos sin romper la multiplicación de las camarillas que, unas a
otras, se suceden en el reacomodo de los negociados, los créditos, los
préstamos y las becas. Son buenos para la palabrería con fachada erudita, son
hábiles para las sumas y las restas, son veloces para la componenda y son
perfectos para el parasitismo. Cámara en mano. No son lo que se necesita para
la transformación del mundo, para la guerra contra la alienación ni para la
lucha de los trabajadores para derrotar a capitalismo. Aunque hagan
documentales con “buena calidad” formal.
Ahora arrecian los pleitos por todas partes. Está
de moda. Se acusan unos a otros de “traidores”, de “vendidos”, de
“irrespetuosos”. Todos piensan que es el otro el que no comprende la realidad y
se lanzan descalificaciones a mansalva. Algunos se ponen el primer disfraz de
vanguardia que la oportunidad les pone a modo… otros juegan a ser conservadores
pensando en el mañana… muchos son sólo comparsa atenta a la captura de algún
sobrante que les tiren los líderes. Arrecian los pleitos en la medida en que se
recortan los presupuestos oficiales y privados, en la medida en que la cobija
alcanza para menos, en la medida en que las prebendas merman. Arrecian los
vituperios en la mediad en que el otro no es un compañero sino un competidor.
Lógica de comerciantes.
Contra esta payasada vulgar protagonizada por
petulantes de la producción documentalista emerge una generación de
documentalistas en lucha capaces de trabajar por la organización de los trabajadores
como trabajadores ellos mismos y empeñados por el ascenso de la conciencia
revolucionaria. Se trata de una fuerza nueva que, en grados diversos, toma
posiciones y mejora sus herramientas de combate. Generación que no sólo
prescinde de limosnear dádivas sino que se dispone a exigir que el dinero de
los pueblos se ponga bajo control obrero. No bajo control de burócratas,
oportunistas o sectarios.
Contra el circo de hocicones que se auto-adoran
como documentalistas mesiánicos emerge una generación documentalista de la
clase trabajadora que, a su ritmo, reconoce su tarea de clase, sus
responsabilidades metodológicas, sus conflictos supremos, su papel en la
transformación de los lenguajes documentalistas y su obligación histórica ante
todas las luchas de los trabajadores en todo el mundo. Documentalistas que no
trabajan pensando para Festivales europeos, que no se arredran ante la realidad
y que identifican con toda claridad los hechos y las canalladas que se ciernen
contra los pueblos. Documentalistas de nuevo género que levantan ya la certeza
de que el mejor del documentalismo que necesitamos está en camino. Ya lo
veremos.
Documentalismo revolucionario expresión del
conocimiento y la acción rebelde, exploración posibilidades e intervención
inéditos. Documentalismo de una sociedad que lo necesita y lo produce ella
misma sin intermediarios “doctos”. Documentalismo para la transformación
consciente con la sensibilidad, la experiencia y las apuestas de sus autores que
intentan hacer visible todo lo útil contra la dominación y todo lo útil para la
construcción de un mundo nuevo sin explotación y sin miseria.
Ese documentalismo que ha servido a la burguesía
morirá con ella. Agoniza ya y nadie debe comprar pescado podrido. Mientras
tanto nace en la lucha documentalista revolucionaria una poesía nueva y un
movimiento contemporáneo hacia el socialismo científico. Está en las mentes, en
los métodos de trabajo y lucha, en la claridad vidente de lo que se hará
visible con ayuda de los documentales, también. Documental nacido de la
espontaneidad dialéctica, de una lucha que se expande y lo desborda todo rumbo
a la supresión paulatina y definitiva del capitalismo: su lógica del control,
su economía asesina, su propiedad privada, su ser y su esencia alienantes.
Emerge un documentalismo cargado con imágenes beligerantes… la evidencia de la
lucha mejor, el espíritu de combate a la vista de todos… promoción conciente
del paradigma revolucionario en todas sus mejores formas. Poética de la mejor
batalla emancipatoria que los trabajadores alientan a estas horas para
liberarse definitivamente del capitalismo que los explota y asesina. Y todo eso
se realiza a cielo abierto.
[1] Ángel Zapata “Ideas sobre la literatura”:
http://www.voltairenet.org/article148358.html
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