domingo, 27 de abril de 2014

Películas de Terror



Películas de Terror
El miedo es un negocio (también)
Fernando Buen Abad Domínguez

Detrás de cada “Película de Terror” hay un guionista (o varios), hay técnicos, maquillistas, iluminadores, especialistas en “efectos especiales”… y, sobre todo, hay un presupuesto, dinero, cálculos comerciales y propósitos de recaudación... una industria. Es preciso recordar que se trata de un negocio para comerciar con miedo farandulizado, hasta el hartazgo, por obra y gracia de maniobras burguesas cada vez más estereotipadas y tecnificadas. ¡Que miedo!.
La cosa es simple. Uno o varios comerciantes cinematográficos, basados en sus intuiciones geniales y comerciales, aprovechan que tenemos debilidades o temores y que, con una ayuda, pueden descontrolarse y llevarnos al espanto. Eso, si se exhibe en salas públicas, con publicidad fuerte (hasta en un 70% del presupuesto) y mediana verosimilitud, se convierte en un placer voyeurista del que alguien saca provecho bancario. Y nada importa qué tan cerca del ridículo pase la historia si conecta con alguna fobia, o con una fijación o inseguridad de complejidad diversa. Todo, si asusta, es susceptible de ser manoseado ni importa que sean jeringas, sombras de árboles, insectos, reptiles, muñecos, pájaros, niñas adultas, ancianitas infantiles, marcianos, terrícolas o seres que nunca vimos ni vemos. Unos cuantos violines angustiosos, una especie de Halloween omnipresente e interminable, clichés a mansalva y gritos sorpresa… ¿qué nos falta?

De las cabezas de los comerciantes cinematográficos, y de sus intereses ideológicos, supura una enorme lista de atrocidades que llevadas a la pantalla, han desplegado repertorios de maldad que no es sólo fílmica sino sistémica… o dicho de otro modo, del capitalismo y su “literatura” de ficción. Y es tan amplio ese repertorio, es tan compleja su densidad simbólica y es, paradójicamente tan simple, que de esa dicotomía se desprende el más transparente de los retratos de la ideología de la clase dominante. El “más allá” y el más acá de la burguesía se pone a la vista de todos para darnos miedo mientras lo financiamos en masa. De terror.

En su parte más perversa ese “placer” cinematográfico sangriento, metafísico, extra-terrestre o de cualquier manera combinada y exagerada, se fija como parámetro que ha ido recorriendo sus fronteras al ritmo de la inventiva perversa de los fabricantes de películas. No hay límites. Se trata de ganar el mercado y de recaudar, a cualquier precio, fortunas ingentes sin importar los residuos perversos que se dejan sobre los pueblos, es decir en sus cabezas, tras cada temporada de “cine de terror” en todos sus medios y sentidos, capitalistas.

Lo fácil, para algunos, es apelar al reduccionismo snob que se deleita con poses, publicaciones, series televisivas o palabrería culterana adorando, de manera atomizada, la creatividad o la obra fílmica de uno o varios payasos de moda que hacen del terror la marca indeleble en sus negocios. Hay especialistas en el “genero” cinematográfico y su especialidad como fabricantes, como críticos, como investigadores o como publicistas, despliega una variedad inagotable de episodios horrendos… en verdad horrendos. Es la ideología de la clase dominante y nada de esa industria del terror es ingenuo ni inofensivo. Lo saben los laboratorios de guerra psicológica contra los pueblos.

Ese negocio se expande y se inocula, en cuanto medio ve a la mano, para asentar sus efectos en los públicos más diversos y en las circunstancias más inopinadas. Sólo en su versión de “videojuegos”, la industria del terror maneja ganancias por cientos de millones de dólares en cada una de sus aventuras. “Resident Evil” es uno de los “juegos de horror” más exitosos. Ahora dicen que “The Conjuring”, basada en una “historia real”, en la que fueron invertidos 20 millones, recaudó ya, en sólo un par de semanas, 100 millones de dólares de las taquillas yanquis “y recibió buenas críticas de la prensa”, pagada por los productores, claro.

El verdadero argumento de la mega historia aterrorizante que nos inoculan, impúdica e impunemente, bien pudiera decir: Una fuerza maligna se apodera de los habitantes de varias ciudades, todos en horarios similares y con motivos que desconocen, se ven impelidos a vaciar sus bolsillos a la entrada de los cines. Dejan el producto de su trabajo en manos de unos comerciantes de imágenes que ha logrado hipnotizar a las masas obligándolas a disfrutar sus peores miedos y a llevarse a casa, y para siempre, las imágenes más terribles que, tarde o temprano, servirán para anestesiar sus cerebros cuando, en la vida real, aparezcan horrores similares (o peores) a los que ya han visto en los cines y a raudales. Esa es la gran película de terror que está escribiéndose a diario en cines, televisoras, videojuegos… libros, páginas Web y mensajes por telefonía celular. Eso asusta.


No se trata de un “entretenimiento” ingenuo, el “Cine de Terror” nos pone “los pelos de punta”. Algunos estudios dicen, sin lograr que las cifras en verdad nos impacten y asusten, que un niño o niña promedio en nivel de educación primaria, ha visto, por uno u otro medio, al menos ocho mil asesinatos y alrededor de cien mil actos de violencia de género diverso. Cuando ese niño o niña se ha vuelto adulto, las cifras se hacen monstruosas y empeora el problema si se ha convertido adicto audiovisual a sus miedos y a los de otros. El placer por las historias de terror, estudiado de mil maneras por especialistas diversos, no es ajeno a la lucha de clases ni en su contenido, ni en su producción, ni en sus resultados. Incluso cuando se trata del juego ingenuo de contarse historias de espantos en las reuniones familiares o cuando se trata de maldades cándidas que asustan a los parientes y a los amigos. El miedo es cosa seria y el que se dispone a imponerlo a otros, debe cargar el monto de responsabilidad que le quepa, ya lo haga por, “arte”, por chiste o por lucro. ¿Eso asusta?

miércoles, 9 de abril de 2014


A propósito de la Producción de Imágenes Documentales
Muchos documentalistas se han dedicado a contemplar al mundo… de lo que se trata es de transformarlo
Fernando Buen Abad Domínguez
F.I.L.M.

“A esta situación responde la bagatela conformista que hace furor en los últimos años”[1].
No pocos se desvelan para producir Imágenes Documentales como una mercancía igual a cualquier otra. Sujetan su selección temática y su razón estética al modo de producción, distribución y consumo impuestos por la industria audiovisual capitalista. Dotan a su obra con los atributos pertinentes para que circule sin turbulencias en del intercambio comercial e ideológico de las burguesías. Producen documentales políticamente correctos, con pinceladitas progres, acentos categóricos, regateo de fundamentos y mucho “eslalon” político, para no chocar con el gusto de quienes firman los cheques. La verdad no es la pasión de muchos.
Hambrientos de cierta fama y del dinero fácil curten el empirismo más vulgar, el esnobismo intelectauloide y la demagogia más hipócrita que los arropa. Y se hacen pasar por buenos muchachos mientras estiran la mano en las antesalas de las burocracias para probar si el calibre de la dadiva asegura un buen silencio cómplice. Son los primeros en aplaudir a rabiar las buenas obras de algunos funcionarios (amigos). Después salen en la tele, ocupan las pantallas de los cines unas semanas y se van de gira pontificando su esfuerzo denodado fincado en la genuflexión prolongada y la bajada rápida de los pantalones. Muchas aulas están plagadas de profes y alumnos fraguados en el rigor del oportunismo mercenario.
Se los ve con frecuencia infestar los festivales y las muestras, van con sus tarjetitas de negocios, sus copias promocionales, su sonrisa de ocasión y su mano amiga desinfectada de política para saludar cualquier charla aséptica, de “buen gusto”, de sondeo comercial… sin ideologizaciones de esas que ahuyentan al cliente. Documentalistas de salón acicalados con el barniz cortesano que da glamour a la hora de levantar las copas y brindar por el “Nuevo Cine Documental” del que se creen mentores. Reptan con el cometido sistemático de salir de las reuniones sólo cuando un número promisorio de “buenos contactos” garantice un pliegue más de esperanzas para el trabajito que tienen en marcha o para el que, oportunamente, se ofrezca al calor de la plática… total todo se arregla con unas entrevistas aquí y allá, un par de detalles emotivos, cortes directos y rápidos, movimientos realistas con la cámara… y un final fuerte pero sin compromisos. Con el tiempo televisivo en mente, claro, por si se interesa en comprar la obra documental al vapor algún canal de esos un tanto “intelectuales”.
Esos Documentalistas son buenos para mantenerse peleados entre todos sin romper la multiplicación de las camarillas que, unas a otras, se suceden en el reacomodo de los negociados, los créditos, los préstamos y las becas. Son buenos para la palabrería con fachada erudita, son hábiles para las sumas y las restas, son veloces para la componenda y son perfectos para el parasitismo. Cámara en mano. No son lo que se necesita para la transformación del mundo, para la guerra contra la alienación ni para la lucha de los trabajadores para derrotar a capitalismo. Aunque hagan documentales con “buena calidad” formal.
Ahora arrecian los pleitos por todas partes. Está de moda. Se acusan unos a otros de “traidores”, de “vendidos”, de “irrespetuosos”. Todos piensan que es el otro el que no comprende la realidad y se lanzan descalificaciones a mansalva. Algunos se ponen el primer disfraz de vanguardia que la oportunidad les pone a modo… otros juegan a ser conservadores pensando en el mañana… muchos son sólo comparsa atenta a la captura de algún sobrante que les tiren los líderes. Arrecian los pleitos en la medida en que se recortan los presupuestos oficiales y privados, en la medida en que la cobija alcanza para menos, en la medida en que las prebendas merman. Arrecian los vituperios en la mediad en que el otro no es un compañero sino un competidor. Lógica de comerciantes.
Contra esta payasada vulgar protagonizada por petulantes de la producción documentalista emerge una generación de documentalistas en lucha capaces de trabajar por la organización de los trabajadores como trabajadores ellos mismos y empeñados por el ascenso de la conciencia revolucionaria. Se trata de una fuerza nueva que, en grados diversos, toma posiciones y mejora sus herramientas de combate. Generación que no sólo prescinde de limosnear dádivas sino que se dispone a exigir que el dinero de los pueblos se ponga bajo control obrero. No bajo control de burócratas, oportunistas o sectarios.
Contra el circo de hocicones que se auto-adoran como documentalistas mesiánicos emerge una generación documentalista de la clase trabajadora que, a su ritmo, reconoce su tarea de clase, sus responsabilidades metodológicas, sus conflictos supremos, su papel en la transformación de los lenguajes documentalistas y su obligación histórica ante todas las luchas de los trabajadores en todo el mundo. Documentalistas que no trabajan pensando para Festivales europeos, que no se arredran ante la realidad y que identifican con toda claridad los hechos y las canalladas que se ciernen contra los pueblos. Documentalistas de nuevo género que levantan ya la certeza de que el mejor del documentalismo que necesitamos está en camino. Ya lo veremos.
Documentalismo revolucionario expresión del conocimiento y la acción rebelde, exploración posibilidades e intervención inéditos. Documentalismo de una sociedad que lo necesita y lo produce ella misma sin intermediarios “doctos”. Documentalismo para la transformación consciente con la sensibilidad, la experiencia y las apuestas de sus autores que intentan hacer visible todo lo útil contra la dominación y todo lo útil para la construcción de un mundo nuevo sin explotación y sin miseria.
Ese documentalismo que ha servido a la burguesía morirá con ella. Agoniza ya y nadie debe comprar pescado podrido. Mientras tanto nace en la lucha documentalista revolucionaria una poesía nueva y un movimiento contemporáneo hacia el socialismo científico. Está en las mentes, en los métodos de trabajo y lucha, en la claridad vidente de lo que se hará visible con ayuda de los documentales, también. Documental nacido de la espontaneidad dialéctica, de una lucha que se expande y lo desborda todo rumbo a la supresión paulatina y definitiva del capitalismo: su lógica del control, su economía asesina, su propiedad privada, su ser y su esencia alienantes. Emerge un documentalismo cargado con imágenes beligerantes… la evidencia de la lucha mejor, el espíritu de combate a la vista de todos… promoción conciente del paradigma revolucionario en todas sus mejores formas. Poética de la mejor batalla emancipatoria que los trabajadores alientan a estas horas para liberarse definitivamente del capitalismo que los explota y asesina. Y todo eso se realiza a cielo abierto.

[1] Ángel Zapata “Ideas sobre la literatura”: http://www.voltairenet.org/article148358.html



     NETFLIX:  LA ANTIPOLÍTICA COMO ENTRETENIMIENTO.                 FERNANDO BUEN ABAD DOMÍNGUEZ          Ya hoy es virtualmente inabarcabl...